~Deepak Chopra
Esta mañana parecía ser como cualquier otra; buena, tranquila, silenciosa. Me desperté con
la alarma para ir a la casa de los chicos que les doy “homeschooling”. Me lavé los dientes, me lavé la cara, medité, desayuné
y me fui con calma por las curvas del campo donde vivo hasta Guayama. Esta carretera por donde paso constantemente,
es una calle típica del campo puertorriqueño: muchas curvas, subes y bajas,
gente de campo, carros que te pasan demasiado cerca, vacas, caballos, gallinas,
gallos, pollitos, muchos perros y algunos gatos. Últimamente me he dado cuenta que este tramo
que tomo tres veces a la semana por aproximadamente 30 minutos, es uno de
profunda reflexión y oportunidades para crecer. Tantas veces me he topado con
perritos abandonados, atropellados y personas caminando cuesta arriba hasta sus
casas. Aún creyéndome una persona compasiva, muchas veces sigo de largo.
Siempre hay una excusa: voy tarde, ya lo pasé no voy a virar ahora, no me corresponde
preocuparme por eso, etc.
Esta mañana fue diferente. Al conducir por las curvas,
me encontré con tres gatitos amarillos abandonados en el medio de la carretera. Se me rompió
el corazón, disminuí la velocidad para verlos bien y aun así, seguí
conduciendo. Continúe mi camino preguntándome
si debía virar, qué voy a hacer con ellos? ¿Los podré coger? ¿Tendrán pulgas?
Voy tarde. ¿Me
corresponde o no? Tantos pensamientos me pasaban por la mente, realmente era un
conflicto interno. Conduje varios minutos más, por varias curvas más. De pronto
mi corazón se hizo escuchar y dijo: “Acaba y vira. Busca a esos gatitos.” Me di
cuenta que lo he ignorado muchas veces que veo oportunidades para ayudar.
Viré, decidiendo que los padres de mis estudiantes son
muy flexibles e iban a entender si llegaba tarde. Regresé y allí estaban, todavía en medio de
la carretera. Detuve el carro y me bajé.
No fue fácil rescatar a los gatitos. Estaban muy asustados y se escondían
entre el pasto alto a lo largo de la calle.
Logré coger uno y lo llevé a mi guagua. Volví en busca de los otros dos,
pero éstos estaban muy asustados. Me di cuenta que el gatito que había rescatado
se estaba trepando por una de las ventanas semi abiertas de la guagua y brincó
demasiado rápido para yo poderlo evitar. Oh-oh, el gatito estaba cojeando.
No cayó bien desde tan arriba. Lo pude
volver a coger bastante fácil y me monté en el carro con él. Conduje hasta casa y cuando llegué con un
gatito en las manos, Sergio me miró confuso.
Le conté toda la historia y le dimos comida y agua. Le dejé el gatito a Sergio y me fui al
rescate de los otros dos. Esta vez, me llevé comida para atraparlos más fácilmente. Sin embargo al pasar por allí, no los
vi.
Continué hasta la casa de mis estudiantes y llamé y llamé a sus padres para que me abrieran el portón. Nadie contestó. Luego de un largo rato esperando, decidí volver a buscar a los gatitos. Volví a subir la montaña y conduje hasta que los vi otra vez en medio de la calle. Me bajé con la comida y se las puse cerca. Seguían muy asustados pero estaban hambrientos. Uno de ellos fue bastante fácil de coger, pero el otro se dió su puesto. Se escondía, salía, se metía debajo del carro. Estaba bravito, pero tenía mucha hambre, así que después de muchos intentos sin buenos resultados, pude atraparlo y llevármelo pa’ casa. Los tres gatitos están muy bien. Aparte de unas cuantas pulgas y estar un poco desnutridos, se ven saludables. Resulta ser que las dos que cogí primero son nenas y el que me dió trabajo es nene. La que se tiró del cristal de la guagua sigue un poco cojita pero está mejor. Ahora, a buscarles un hogar amoroso.
Continué hasta la casa de mis estudiantes y llamé y llamé a sus padres para que me abrieran el portón. Nadie contestó. Luego de un largo rato esperando, decidí volver a buscar a los gatitos. Volví a subir la montaña y conduje hasta que los vi otra vez en medio de la calle. Me bajé con la comida y se las puse cerca. Seguían muy asustados pero estaban hambrientos. Uno de ellos fue bastante fácil de coger, pero el otro se dió su puesto. Se escondía, salía, se metía debajo del carro. Estaba bravito, pero tenía mucha hambre, así que después de muchos intentos sin buenos resultados, pude atraparlo y llevármelo pa’ casa. Los tres gatitos están muy bien. Aparte de unas cuantas pulgas y estar un poco desnutridos, se ven saludables. Resulta ser que las dos que cogí primero son nenas y el que me dió trabajo es nene. La que se tiró del cristal de la guagua sigue un poco cojita pero está mejor. Ahora, a buscarles un hogar amoroso.
¿Hice bien al rescatar los gatitos? Yo creo que sí. La
verdad es que a veces se nos presentan situaciones en la vida donde no hay que
buscar la razón, ni el porqué y simplemente actuar. Pero lo más difícil de todo es ese preciso
momento de decidir: ¿Qué voy a hacer? ¿Voy a tener compasión o voy a pretender
que no me corresponde? ¿Voy a actuar o me quedo en la teoría? Y es ahí donde
está el detalle. Nuestras decisiones de hoy nos traerán resultados mañana. Si
prestamos atención al corazón, los resultados nos brindarán paz y la certeza de
haber actuado con amor.
-Heisha
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